21 octubre, 2010

Espíritus, demonios y energías

Cuando se habla de fenómenos paranormales, como apariciones y movimientos extraños de objetos, siempre giran alrededor de ellos infinidad de relatos.

El edificio de la Corte Suprema de Justicia, en la zona 1, ha albergado historias de fantasmas desde su inauguración en 1974. El abogado Donaldo García Peláez, ex secretario de la Corte, recuerda que en 1983, el entonces Presidente debía resolver un amparo presentado por la defensa de seis reos que serían fusilados. El magistrado estaba en su escritorio, alrededor de las 11:00 de la noche, cuando salieron disparados los expedientes hacia arriba y un bulto oscuro caminó de su oficina hacia las gradas. “Yo entré y lo vi muy asustado, pero en las escaleras no había nada”, cuenta García.

“El conserje que vivía en el edificio, las secretarias que trabajaban hasta tarde, todos contaban que en la noche oían máquinas de escribir y veían sombras. Lo atribuían a que en ese lugar existió la Penitenciaría Central de Guatemala”.

“¿Hubo testigos?”, es la primera pregunta que se hace Enrique Campang, psicólogo y catedrático universitario, ante estos fenómenos. Él considera que también debe analizarse el caso para evaluar si la persona sufre de esquizofrenia o alucinaciones. “Hay personas que no pueden decir lo que quieren o desean desviar un sentimiento de culpa, y entonces lo somatizan, inventando historias”, explica. “Además, el ser humano es muy sugestionable y fácilmente da por sentada información no confirmada”.

En la experiencia de Edwin Fajardo, un sacerdote católico con estudios en exorcismo, muchos fenómenos de este tipo encuentran respuesta en la Psicología. Pero una vez descartado un problema psíquico, puede llegarse a la conclusión de que no hay una explicación científica, indica.

El religioso expone que las personas tienen diferentes grados de sensibilidad, y hay quienes perciben la energía de gente que ha estado viva. En sus 12 años de ministerio, el sacerdote se ha topado con cinco casos de fenómenos paranormales, entre ellos el de una joven que fue “poseída” por un “ente” que llegó a golpearla mientras dormía.

En la Iglesia católica existe la Asociación Mundial de Exorcistas, cuya sede está en Roma. Fernando Max Kiehnle Gutiérrez es un laico guatemalteco que, al margen de su actividad como fabricante de calzado, acompaña a los sacerdotes exorcistas mexicanos en estos casos.

Explica que en el catolicismo (apostólico y romano) se reconocen tres tipos de manifestación del demonio: el circundatio (cuando asedia a la persona a través de sensaciones, como olores y náuseas, o se mueven cosas frente a ella), la influencia (está adentro de la persona sin poseerla, le provoca obsesiones, daños físicos y hasta enfermedades) y la posesión (la minoría de los casos, cuando maneja la voluntad de la persona). Y también existe la infestación demoníaca de un lugar en donde se han realizado ritos esotéricos o satánicos.

Para cada caso, dice Kiehnle, la Iglesia ha establecido un procedimiento. Pero en general, en todos se requiere que la persona aumente su vida espiritual, que se bendiga el lugar, que se rece el rosario y se lea la Biblia. Y si lo amerita, hacer una oración de liberación o un exorcismo.

Con diferentes términos, la Iglesia evangélica también reconoce este tipo de fenómenos. Edgar Menéndez, pastor, teólogo y catedrático, señala que entre los evangélicos le llaman demonio a todo lo que atenta contra el ser humano y que existen las influencias y las posesiones demoníacas. En vez de exorcismo, el procedimiento se llama liberación.

“Reconocemos que así como hay bien, hay mal, y que se manifiesta de diferentes formas”, agrega. “Nuestra experiencia nos dice que las raíces de estos fenómenos, generalmente, se encuentran en las prácticas ocultas por parte de la persona que los padece o de un miembro de su familia. Visitar centros espiritistas, jugar ouija, leer las cartas, practicar ritos satánicos, todo esto abre puertas. Pero así como los alcohólicos deben reconocer su problema y buscar ayuda, a las personas que viven estas experiencias no se les puede ayudar si no lo desean”.

En Argentina hay un psicólogo clínico que ha estudiado el campo de la psicología paranormal desde hace 22 años. Se llama Alejandro Parra, es docente universitario y presidente del Instituto de Psicología Paranormal de Buenos Aires. A través de una entrevista telefónica cuenta que ha conocido varios casos de apariciones y que, a su criterio, se deben a que en determinados lugares o casas se ha quedado una impregnación psíquica a causa de una situación traumática, y que busca a un sujeto sensible para manifestarse. En estos casos puede utilizarse equipo especial para detectar las energías nocivas y así cancelarlas.

En una encuesta que hizo el instituto que Parra dirige, se registró que el 60 por ciento de las personas han tenido una o varias experiencias parapsicológicas. Solo el 20 por ciento de ellas buscó una explicación o ayuda con terapeutas o consejeros espirituales, mientras que el resto calló porque siente vergüenza o temor de que lo crean loco.

Sin embargo, señala, hay que tomar en cuenta que muchas historias son producto de engaños sensoriales, es decir, alucinaciones no patológicas o fábulas que se construyen para conseguir beneficios secundarios. “Hay que ser muy cautos con los relatos. Aunque no siempre resulta difícil trazar una línea que divida dónde termina lo normal y comienza lo paranormal”, agrega.

Cuando se habla de fenómenos paranormales nunca hay verdades absolutas y todo depende de quién los analice y quién los padezca. Sin embargo, una frase de Keihnle, el auxiliar de exorcismos, puede concluir en una coincidencia: “Nadie sabe lo que pesa el muerto hasta que lo carga”.

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